La educación infantil surgió a mediados del siglo XIX, nació con el fin de asistir y ha evolucionado hasta lo que hoy se conoce como los jardines de niños. Durante la revolución industrial fue necesario “guardar a los hijos” de las trabajadoras de las industrias para preservar a los niños del vagabundeo y de la mendicidad.
En 1837 Federico Fröbel abrió su primer Kindergarten, es con él con quien se inicia la educación infantil. Existen muchas razones para que exista la educación inicial, pero las razones que la hacen necesaria son (Latorre, 2010):
La familia actualmente tiene cada vez menos tiempo y posibilidades de atender adecuadamente la formación de los niños.
La escuela debe ser un vivero de virtudes y de equilibrio personal.
La necesidad de asegurar al niño una educación que estimule su desarrollo integral, espiritual, moral, intelectual y físico (UNESCO de 1961).
Actualmente se acepta que la educación Inicial es un derecho de los niños, aunque se puede ver también como una oportunidad de los padres para mejorar y/o enriquecer sus prácticas de crianza y lograr una crianza de calidad.
¿Realmente es útil la educación inicial? La utilidad de la educación Inicial se ha demostrado en las comparaciones longitudinales realizadas entre niños de similares condiciones que han participado o no en diversos programas previos a la escuela primaria. En ellas se demuestra una mejor preparación de los primeros, más progreso y mejor rendimiento escolar. Esta función se sintetiza en afirmaciones como la siguiente:
La Asociación Mundial de Educación Infantil (AMEI), describe a la educación inicial como:
“Una etapa fundamental en el proceso de desarrollo y formación de la personalidad. Se puede afirmar que el niño comienza a aprender desde el momento de su concepción, retroalimentando, su mundo interno de todo lo que recibe del exterior”.
Las estancias infantiles son centros destinados a educar a los niños hasta los seis años. El pedagogo Ovidio Decroly los describió como: “Escuela, fábrica, laboratorio, jardín”, pues tienen algo de actividad, trabajo voluntario, desarrollo de energías y disciplina espontánea, etc. En esta misma línea están Montessori y Fröbel. Para todos ellos la educación durante los primeros años:
La perspectiva socio-cognitivo-cultural debe dirigirse al niño o niña en su “globalidad”, es decir, cuerpo y espíritu. La inteligencia ha dejado de ser simple especulación intelectual; es también un comportamiento, la mejor actuación posible frente a cualquier situación nueva (intelectual, física, relacional, profesional, social, etc.). La educación inicial y preescolar no es una educación primaria adelantada, minimizada, reducida al tamaño del niño, ni una mera anticipación de la instrucción general.
La primera etapa de la vida de un niño son años de desarrollo acelerado en el aprendizaje, en el crecimiento físico, en la aparición de procesos como identificación de las funciones relacionadas con el movimiento, las emociones, el pensamiento, el lenguaje, etc. El desarrollo gradual de estos procesos se produce a través de la interacción con personas de su entorno social (familia, maestra, compañeros de clase, etc.). El comienzo de la asistencia a la escuela es un momento importante para el niño; es el desprendimiento del niño del seno familiar para entrar en un nuevo contexto y unirse con sus maestras, sus compañeros de clase, y en ese medio tendrá que aprender a respetar al otro (poner límites a sus deseos), relacionarse con sus pares y con sus profesores.
Entre 3-6 años el niño comienza a desarrollar mayor autonomía y a socializarse. Los seis primeros años de la vida del niño son cruciales en su desarrollo futuro; en estos años aprenden la lengua materna, los elementos culturales del medio, su desarrollo afectivo se asocia al mundo de las sensaciones y sentimientos (Latorre, 2010).
Entre 4-5 años el desarrollo motor permite al niño mayor actividad, como correr, trepar y arrastrarse. A medida que se va desarrollando su motricidad gruesa y fina puede dibujar, ensartar cuentas, usar tijeras, entre otras. El juego, dentro del paradigma, es la forma natural que tiene el niño de aprender y esta actividad les permite el desarrollo integral: corporal, social, intelectual, emocional. A través del juego con otros niños representa cualquier cosa, practica distintos roles y se identifica con ellos. Es la época del desarrollo paulatino del lenguaje, le gustan los cuentos, las fábulas, las leyendas, etc., comienzan las representaciones mentales, la función simbólica mediante la imitación de los mayores, el juego, la fantasía y el lenguaje hablado (Latorre, 2010).
Para ampliar la información lee el artículo:
"Educar no es fabricar adultos según un modelo sino liberar en cada hombre lo que le impide ser él mismo, permitirle realizarse según su 'genio' singular".